Trabajos apuntan a una variedad que pueda adaptarse a las condiciones climáticas de la zona central y centro norte de Chile.
Temperaturas extremas, eventos meteorológicos complejos, sequías, etc., son algunos de los efectos que está causando el cambio climático en todo el mundo; lamentablemente la agricultura es una de las áreas más afectadas, considerando que la producción de frutas y hortalizas se torna cada vez más compleja bajo estas condiciones.
En Chile se estima que hay cerca de 66 mil hectáreas plantadas de cerezas; nuestro país es el mayor productor y exportador en el hemisferio sur, siendo su principal destino el mercado chino, por lo que cada temporada se enfrenta a un gran desafío: producir cerezas de alta calidad, una tarea repleta de complejidades, más si se consideran los efectos del cambio climático.
“Los problemas derivados del cambio climático están afectando la fruticultura chilena. Existe una menor disponibilidad de agua, los inviernos son menos fríos y hay una mayor aparición de plagas y enfermedades, lo que puede poner en riesgo nuestro potencial exportador. Por eso es que, a través del INIA (Instituto de Investigaciones Agropecuarias), perteneciente al Ministerio de Agricultura, estamos apoyando estas iniciativas de mejoramiento genético y nuevas variedades que puedan resistir los efectos del cambio climático”, señaló el subsecretario de Agricultura, José Guajardo Reyes, a la Revista MundoAgro.
La acumulación de horas frío es fundamental para la producción de cerezas, sin embargo los efectos del cambio climático podrían poner en riesgo uno de los principales factores que se deben cumplir durante la dormancia y que tiene directa repercusión para la siguiente temporada. Tanto aplicaciones, como el potencial productivo de un huerto, dependen de este importante factor.
En ese contexto, el programa nacional de Mejoramiento Genético (PMG) del cerezo, ejecutado por INIA con apoyo del Consorcio Biofrutales y CORFO, pretende desarrollar materiales adaptados específicamente para climas templados cálidos, como la zona Centro Norte de nuestro país.
“Esta iniciativa ha puesto especial interés en buscar variedades que sean competitivas en términos de producción, atractivas al consumidor, que viajen bien, pero además que puedan cultivarse en la zona centro norte del país con menores exigencias de horas de frío invernales”, expresó el Dr. José Manuel Donoso, genetista del programa en INIA, a la revista mundoAgro.
Hay evidencia de problemas que han presentado algunas variedades tradicionales, en cuanto a florecimiento y cuaja: “justamente porque han sido ubicadas en zonas cuya oferta de frío invernal ha disminuido por efecto del cambio climático. Nuestro trabajo se ha orientado al problema del cambio climático”, indicó Donoso a MundoAgro.
Dicho programa se lleva a cabo en Ovalle, pero también en la zona central, en Buin y Rengo. Hasta el año pasado trabajaron con fiananciamiento de Corfo, sin embargo desde el 2022 reciben apoyo de privados a través del Programa Tecnológico Estratégico de Fruticultura PTEC Zona Norte: “Tenemos un gran desafío por delante y es comprometer a las nuevas autoridades nacionales y regionales en la necesidad de seguir apoyando estos trabajos que son de largo aliento”, explicó a MundoAgro Claudia Bartel, Directora Regional de INIA Rayentué.
Se estima que el 80 por ciento de la producción de cerezas se concentra en ocho semanas, donde se presentan problemas como mano de obra insuficiente, además de las complicaciones propias de la especie frutal que requiere mucho cuidado para evitar daño en la fruta; por ello es necesario ampliar la ventana productiva, variedades y mercados y una nueva variedad.