Una correcta preparación de suelo puede determinar desde la capacidad de establecimiento del mismo y la vida útil de un proyecto; es clave monitorear las labores para evitar posibles errores, que no podrán enmendarse correctamente en un futuro.
El constante crecimiento de la fruticultura y el uso de nuevos suelos para su desarrollo ha presentado durante las últimas décadas un gran desafío para los productores, pues se hizo necesario utilizar terrenos totalmente diferentes a los habituales para plantar nuevos huertos.
Sin embargo, durante varios años las labores de preparación de los suelos para nuevos proyectos no tuvieron mayores modificaciones, así lo describe el Consultor Antonio Lobato, Coautor del “Manual de Preparación de Suelos Frutales” de Anasac lanzado recientemente el año 2021.
“Hasta principios o mediados del 2.000 teníamos buenos suelos, pero se nos empezó complicar la vida cuando la fruticultura se desarrolla y pasa el año 2.000 de 190 mil a 342 mil hectáreas, eso significa que empezamos a usar suelos más complejos, marginales, suelos arroceros, suelos con tosca, con más arcilla de la que quisiéramos, pedregales y al prepararlas con los estándares de los buenos suelos, había rayas, bloques que nunca se rompieron, preparación de suelo seco y cuando hacíamos calicatas a lo largo de los años volvíamos a encontrar todos esos bloques metidos abajo, aunque creíamos que las rastras lo rompían, o mucha humedad, y entonces teníamos cosas como esas”, explicó el consultor.
Previo a ello, a mediados de la década de los 90, ya era posible detectar problemas de asfixia radical, decaimiento prematuro de los frutales, la que fue descrita en esos mismos años y que está representada en la pérdida de masa radical fina, raíces creciendo de forma ascendente, colores rojos, etc.
“(Esto lo) logramos solucionar cuando entendimos que no todos los suelos regados por goteo pueden ser regados en alta frecuencia”, explica Lobato. Dicho estudio fue patentado incluso en Estados Unidos y altamente difundido, con lo que se pensó que los huertos operarían de mejor manera, sin embargo no todas las plantas tuvieron uniformidad en desarrollo: “Muchas presentaban sistemas radicales torcidos, ya sea de origen de viveros o porque nosotros los torcimos al momento de la plantaciones, todos estos defectos se traducen en desuniformidad, bajas tasas de crecimiento y esto describimos y lo publicamos por ahí en el 2009- 2010”, agrega el consultor.
La premura, el desconocimiento, entre otros factores, generaron en los diversos huertos sistemas radicales superficiales, pese a que se suponía se habían hecho buenas preparaciones de suelo: “La evidencia empírica decía que esto era lo que teníamos y no en una especie, sino en general… sistemas radicales confinados, sistemas radicales en 90 grados que daban muestra de la imposibilidad de las raíces de poder crecer, desarrollarse”, indica Lobato.
Quedaba en evidencia entonces que era necesario realizar preparaciones de suelo específicas, no sólo a nivel químico, sino también física, utilizar cierto tipo de maquinaria dependiendo del tipo de suelo, y que todas estas labores debían ser consideradas como un activo fijo de inversión en un proyecto.
“Hay que hacer las preparaciones, hay que hacer las enmiendas, no hay terrenos malos, hay terrenos mal trabajados, todos los terrenos pueden ser trabajados (…) Hay que hacer una buena preparación e invertir el dinero ahí, es lo único que no se puede hacer nuevamente; se puede replantar un terreno, cambiar el riego, replantar la planta que venía mala, pero no volver a arreglar el sub suelo para que las raíces penetren”, advierte Felipe Mayol, también Coautor del “Manual de Preparación de Suelos en Frutales”, junto a Antonio Lobato, Andrés Piraino y Cristián Pino, libro que aborda técnicas y estrategias para la correcta preparación de suelos y mejorar así la productividad frutícola nacional.
Preparación de suelo: la única labor que no se puede enmendar
Cuando hablamos de establecer un nuevo huerto de cerezos es fundamental enfocarnos en la preparación del suelo donde éste será establecido y debemos hacerlo en dos aspectos: las enmiendas, que son la parte química, y la física, que es la preparación del suelo como tal y que analizaremos a continuación.
“El objetivo principal de esta labor radica en que se hace solamente una vez en en el proyecto, después yo no puedo enmendar ningún tipo de error, por eso se hace tan importante, al igual que la plantación, hacerlo de manera correcta”, señala Bruno Tapia, Coordinador Técnico Avium.
Es recomendable partir con la realización de calicatas que permitirán inspeccionar el tipo de suelo y ver a qué nivel está la napa freática, conocer los niveles de humedad, y con esos datos evaluar qué hace, cómo y cuándo.
“Lo que yo recomiendo es primero limpiar el terreno si tiene pasto, malezas, pasando rastra, posteriormente recomiendo pasar un escarificador o más conocido como pata fija, de forma cruzada para así romper los primeros centímetros del suelo y no encontrarme con sorpresas como cuando yo voy a meter o una agarra, un bulldozer, y encontrar que posterior a esto mi campo queda lleno de terrones; hay que romper los primeros 60 centímetros del suelo con un equipo liviano, posteriormente va entrar una excavadora con garra o un bulldozer con pata fija y va lograr penetrar mayor cantidad y no nos va a sacar terrones o material grande a la superficie”, detalla Raúl Salas, Gerente General de Servcam.
Para determinar si se romperá el suelo usando un bulldozer o una excavadora se debe tomar en cuenta la humedad de éste, la presencia de piedras, entre otros aspectos.
“Si tenemos un suelo con mucha presencia de piedras yo no recomiendo por ningún motivo, bajo mi punto de vista, meter una excavadora o una garra porque lo que va a conseguir el sacarnos toda la piedra, mixear demasiado el suelo y va a ser eternamente la recolección de piedras; la garra es muy buena cuando tenemos suelo más bien húmedo, porque logramos buscar más, romper más el suelo, cosa que con el bulldozer, cuando tenemos esa humedad, lo único que logramos es cortar lonjas que posteriormente se van a juntar y no logramos roturar, romper el suelo que es lo que se busca”, explica Salas.
La siguiente decisión es cómo se realizará la plantación del nuevo huerto, ya sea a piso o con una platabanda sanitaria, con el fin de tener una mayor aislación de las plantas y reunir todos los nutrientes del suelo a un sólo sector; en este caso la platabanda actuaría como un macetero para los árboles.
“Una preparación de suelo óptima va a determinar la vida útil de un proyecto, como también la capacidad de establecimiento del mismo, ya que me va ayudar en la infiltración del agua y, principalmente, en romper impedimentos físicos que éste tenga, por eso que es clave el monitoreo constante de esta labor una vez que ya comenzó para evitar posibles errores, porque ya después no se van a poder enmendar de buena manera en un futuro”, concluyó Bruno Tapia, Coordinador Técnico Avium.
¿Sólo preparación física?
“No olvidar que el concepto de “preparación de suelo”, no s´ólo se refiere a la utilización de maquinaria, que contempla la preparación física, ya que la preparación química y biológica de suelo también son importantes desde el punto de vista de recuperación de nutrientes hasta componer parte de la materia orgánica e incluso dar opciones a mejorar la microfauna del suelo respectivamente”, explica Carlos Tapia, fundador y Director técnico de Avium.
No hay que restar importancia a lo que significa recomponer los niveles de suficiencia de los suelos en términos nutricionales.
Existen nutrientes de base muy importantes que debemos reconocer y poder realizar las correcciones previo a la plantación, ya que el trabajo posterior a esto es poder mantener sus niveles adecuados, y cuando el huerto esté en producción poder mantener estos niveles según la capacidad de consumo que tuvo en función de la producción, ejercicio que se debe realizar todos los años con importantes ajustes en la etapa de postcosecha.
Caso de importancia en muchos suelos es el Fósforo (P), elemento inmóvil en el suelo y que es muy importante llevar a niveles de suficiencia previo a plantación. Sin embargo este elemento no siempre presenta problemas en la producción de cerezas.
Sin duda, el Calcio (Ca) y Potasio (K) son aquellos que debemos tener mayor preocupación al momento de realizar estas correcciones.
Ambos elementos son parte de la Capacidad de Intercambio Catiónico (CIC) y de la fertilidad de estos suelos y responden a un equilibrio dinámico entre otros nutrientes como son el Magnesio (Mg) y el Sodio (Na), donde también participan el hidrógeno H) y Aluminio (Al).
Se debe respetar en este caso un rango de participación en la CIC que va en torno al 70% para el Ca y en un 2-3% para el K (Cuadro 1).
Cualquier desajuste en el Ca, afecta el equilibrio de los otros cationes. Es decir, si se aplica Ca sin mayor necesidad al suelo y este supera en un 70% la participación en la CIC, automáticamente afectará y disminuirá aquellos nutrientes que están hacia abajo en la línea de participación como es el Mg y el K respectivamente, teniendo un desajuste de ellos en términos de deficiencia.
Común se ha hecho que en aplicaciones de enmiendas químicas se utilice Sulfato de Ca (Fertiyeso) para “mejorar” estructura de suelo. Sin embargo, si el suelo tiene niveles de Ca adecuados o más altos de lo normal, el uso indiscriminado de este fertiyeso, el cual aporta Ca al suelo, va a aumentar la participación de este elemento en la CIC , no siendo necesario y automáticamente desbalanceando los otros cationes (Mg, K y Na), por lo que la correcta utilización de este tiempo de enmiendas cálcicas, sólo se debe reservar para poder componer los estándares nutricionales, y si así fuese necesario, paralelamente, en segundo lugar, ayudará al suelo por la vía física.
“Distinto es para el caso de K, y que su participación en la CIC es tan baja (pero tan necesaria), que altos niveles de K no son capaces de desajustar hacia arriba el Mg y el Ca. El K es un elemento muy poco móvil en el suelo y no fitotóxico, por lo que se puede aplicar sin riesgo de pérdidas. Considerar además que es el elemento que más consume el cultivo del cerezo (llegando incluso a superar 10 unidades de K2O por tonelada de fruta producida), por lo que se torna muy importante que previo a la plantación se aseguren estos niveles de suficiencia para que luego, durante las temporadas, el ejercicio sea reponer el uso mediante una tasa de consumo con respecto a la producción”, analiza y concluye Carlos Tapia, especialista en producción de cerezas y director técnico de Avium.