Hay cientos de metas y directrices a nivel empresarial, nacional y mundial para lograr limitar el calentamiento global a 1,5°C y hasta ahora hemos fracasado colectivamente para actuar a tiempo, lo que significa que debemos lograr reducciones en nuestras emisiones cada vez más drásticas y exigentes para obtener una oportunidad. Hay varias empresas agrícolas haciendo esfuerzos para medir, planificar y disminuir sus emisiones de gases de efecto invernadero, pero hay muchas otras agrícolas que recién están comenzando con la conversación en cómo hacerlo; cómo alinearse con la demanda del mercado, pero sin modificar en extremo su logística operacional. Lo que nos hace preguntarnos ¿Qué nos genera esa resistencia en cambiar nuestro sistema productivo hacia uno completamente sostenible?
En esta reflexión, se me viene a la mente la frase “El cambio ocurre cuando el dolor de permanecer igual se vuelve mayor que el dolor del cambio”, y creo que es una emoción que estamos vivenciando ahora, el dolor de las catástrofes climáticas que causan un daño tremendo en nuestros cultivos; la frustración, desilusión y rabia de presenciar el daño causado por esta lluvia del viernes sobre las cerezas listas para cosechar.
Creo que esas emociones nos pueden impulsar a no permanecer en un statu quo, a ser agentes activos y cooperar con reducir los gases de efecto invernadero. Es más, al formar parte del mundo silvoagropecuario, el desafío es mucho más grande, porque las empresas agrícolas no sólo pueden reducir sus emisiones, sino que tienen la oportunidad de capturar carbono de la atmósfera, contribuyendo de manera significativa con la solución al calentamiento global.
Volviendo a la pregunta, identifico que uno de los principales factores que nos genera una resistencia al cambio y así lograr salir de nuestra zona de confort, tiene que ver con la incertidumbre, con esa falta de certeza sobre lo nuevo, que según mi percepción tiene que ver con la falta de información propia y externa.
Al referirme a la falta de información propia, me refiero al autoconocimiento; identificar nuestras virtudes y defectos, como nos relacionamos con los otros, sacarle provecho a nuestras aptitudes y determinar nuestras metas. Lo mismo ocurre a nivel empresarial, tenemos que medirnos para conocer nuestros números base, planificar identificando nuestras metas, conocer el impacto que generamos en nuestra comunidad y evaluar el cumplimiento de nuestros compromisos. Actuar en esta lógica sostenible nos motiva a una mejora constante en nuestro sistema productivo, es un camino por recorrer, nos comprometemos en el tiempo a implementar nuestras metas, evaluarlas constantemente y generar otras más exigentes.
Con relación a la falta de información externa, quiero decir que la resistencia al cambio está dada por la seguridad que nos genera conocer lo que está fuera de nuestra zona de confort. Y este punto creo debería ser el trampolín para que todas las empresas optaran por ser sostenibles, debido a que hay varios estudios que demuestran que al implementar prácticas sostenibles obtenemos más rentabilidad, porque se logra una misma productividad pero con fruta de mayor calidad, por ejemplo en un huerto de cerezos de variedad Santina al quinto año utilizando compost desde la plantación se obtuvo un 61% de calibre igual o superior a super jumbo versus un 32% de un manejo convencional. Además, con prácticas sostenibles se consigue una disminución en los costos (por ejemplo, al realizar aplicaciones fitosanitarias más eficientes), incluso estudios demuestran que los cultivos se vuelven más resilientes a estos climas extremos cada vez más comunes.
El dolor que nos generan situaciones como la lluvia del pasado viernes provocadas por este calentamiento global, es un dolor intenso que nos impulsa a romper nuestra resistencia al cambio y comprometernos con una producción sostenible. La naturaleza, que se expresa en estos desastres climáticos, nos está obligando a salir de nuestra zona de confort.