Sin embargo, la postcosecha es el inicio de la siguiente temporada, y entiéndase que el concepto de postcosecha no se refiere, particularmente, a la finalización de la cosecha, sino a la postcosecha de los árboles, de un cambio fisiológico de las plantas. La postcosecha fisiológica responde a algún estímulo ecológico y está comprendida, más o menos, entre 80 a 150 días después de plena flor (DDPF).
Poner especial atención al huerto durante la postcosecha es esencial, pues durante este periodo ocurren muchos procesos técnicos, fisiológicos, metabólicos, como es el desarrollo de raíces que otorgará las reservas para la próxima temporada; la formación de flores en los centros frutales nuevos y la recuperación de éstas en los centros frutales ya permanentes; la captación o la opción que tienen las plantas de captar CO₂ y construir azúcares de reserva mediante la fotosíntesis, botar agua a la atmósfera, entre otros. Este ciclo virtuoso genera todos los niveles de reserva que van a soportar la siguiente temporada, los primeros 40 días desde plena flor hacia adelante, y eso está directamente relacionado con factores productivos y técnicos que no se pueden dejar pasar.
Entre dichos factores está el monitoreo de arañitas, con el fin de que éstas no sean una causal de defoliación temprana en los huertos y tengan un punto negativo en la interrupción de todos los metabolismos fisiológicos de la refrigeración de la planta y de captación de CO₂ para la obtención de azúcares; también es relevante todo lo relacionado con el tema bioestimulación de raíces, nutrición foliar y suelo y, por cierto el riego, considerado como uno de los factores más relevantes durante la postcosecha, pues con una mala estrategia y programación de éste, todo lo que se puede llevar a cabo de manera paralela va ser mal aprovechado.
Se debe tener presente, también, que la postcosecha es la antesala de una nueva etapa dentro del ciclo del desarrollo fenológico del cerezo: la dormancia, la que dependerá directamente de lo que ocurra en el huerto durante la postcosecha, de los manejos agronómicos y de las señales que se entreguen a las plantas, para que éstas entiendan que van a dormir.

Marzo, conocido por ser el mes de transición entre la postcosecha y la dormancia, es el momento que marca el fin de los programas de recuperación de huertos, tanto desde el punto de vista nutricional, suelo y raíces. Por otra parte, se deben finalizar las correcciones foliares, a partir de los análisis realizados al inicio de la postcosecha.
La dormancia, en concreto, es el letargo invernal de las plantas, en el cual se produce la acumulación de horas frío, que están relacionadas con el uso de las reservas que los árboles tienen para dar inicio a la siguiente temporada, en pro del objetivo productivo de lograr su potencial en términos de cantidad, calidad y condición de fruta.
Es fundamental analizar este período tanto desde el punto de vista fisiológico como teórico, pues esta etapa puede definirse de varias maneras. Fisiológicamente una planta inicia la dormancia cuando presenta un 50% de hojas caídas (hoja amarilla=hoja caída) y se debe tratar que esto coincida con el 1 de mayo, fecha donde comienza oficialmente el conteo de horas frío.
Señales importantes para los huertos
El riego es, sin duda, una de las principales señales que se deben entregar a los huertos de cerezos para una correcta entrada en dormancia; se debe considerar siempre, y con más atención en esta fase, la distribución del agua, más allá de la cantidad a reponer de ésta, en cuanto a la demanda evapotranspirativa; tener en cuenta su disminución desde el punto de vista volumétrico del suelo, de las raíces de los diferentes portainjertos.
A continuación se detallan una serie de aspectos a considerar:
- La demanda atmosférica y el consumo de agua de la planta van en descenso hacia fines del mes de febrero.
- La demanda se expresa en evapotranspiración y no en temperatura ambiental, por lo cual altas temperaturas en marzo o abril no son comparables a las del periodo estival, pues sólo duran un par de horas.
- A partir de marzo las noches y mañanas son más frías y húmedas, lo que se debe considerar para la disminución de la frecuencia de riego hacia el mes de marzo.
Es necesario tener en cuenta que la primera señal importante que declara la dormancia es el solsticio de verano, es decir el cambio de estación, que normalmente se produce entre el 20-22 de diciembre. Allí se da inicio a los procesos de lignificación y de pre-dormancia, lo que en fisiología se define como “tolerancia al frío”.
El cambio del fotoperiodo influye en diversos aspectos; los materiales anuales que crecen desde fines de septiembre (y que se desarrollan cerca de 70 días) ya presentan secciones basales lignificadas; lo anterior incide también en el inicio de la inducción de flores; la planta entra en un proceso de acumulación de reservas, cambio de flujo de savia y comienza a prepararse para dormir.
Por otra parte, la primera helada de otoño, que en fisiología se le conoce como “resistencia al congelamiento”, potencia y asegura la dormancia; esto ocurre cuando ya hay desarrollo de madera, de crecimiento secundario, y es gatillante para que la planta bote las hojas y se vaya a dormir de manera voluntaria.
Si bien aún faltan varias semanas para la entrada en dormancia de los huertos de cerezos, siempre es necesario tener presente qué es lo que deberían mostrar las plantas previo a dicho letargo invernal. En este contexto, los huertos deben evidenciar centros frutales con dardos bien formados, brácteas bien lisas, aún con presencia de hojas (las yemas siempre son axilares a hojas), y como regla general, presentar al 1 de mayo, al menos el 50% de las hojas caídas, considerando que hoja amarilla es igual a hoja caída.
Que la planta inicie su dormancia en dicha fecha, permitirá aprovechar al máximo el letargo invernal y la acumulación de horas frío, considerando que dicha acumulación se produce entre mayo y julio, siendo el mes de junio el más importante en términos de acumulación de horas frío. Ahora bien, se debe considerar que una buena dormancia no sólo está determinada por la acumulación de frío, sino también por cuán corto es el fotoperiodo, es decir cuánta luz se tiene.
Los meses de enero y febrero son fundamentales para una correcta entrada en dormancia, pues durante este periodo se realiza toda la recuperación nutricional, tanto foliar como suelo, para luego pensar en suprimir los programas nutricionales a principio de marzo. Dicha suspensión es esencial, pues entrega a la planta una señal clara de que pronto deberá irse a dormir.
Pero cada temporada surge la misma pregunta: ¿Qué hacer si con las estrategias antes mencionadas no hay respuesta? Si al 20 de abril, los huertos no presentan un 10-20 % de hoja amarilla, se deben tomar decisiones de cómo acelerar este proceso; dichas estrategias serán abordadas en un nuevo artículo que será publicado próximamente.