El ¿cuándo comenzar a regar?, ¿cuánto regar? y ¿con qué frecuencia regar? Son las preguntas más frecuentes al inicio de cada temporada de riego, donde la primera está principalmente determinada por el último evento de precipitaciones junto con la capacidad de retención de humedad del suelo.
La capacidad de retención de humedad juega un papel importante en el inicio de la temporada de riego, ya que precipitaciones tardías a inicio de temporada en suelos con una mayor capacidad de retención de humedad pueden retrasar de manera considerable los primeros riegos, junto con el inicio de brotación de las plantas, e incluso en aquellos casos combinados con problemas de infiltración y saturación constante pueden afectar la producción e incrementar la incidencia de enfermedades y mortandad de plantas.
En la práctica, se ha observado que zonas con suelos que poseen mayor capacidad de retención de humedad y que por razones climáticas o físicas comienzan la temporada con niveles cercanos a saturación se relacionan directamente con sectores que presentan mayores retrasos y/o heterogeneidad en la fenología de las plantas.
Lo anterior se puede identificar en sectores que poseen diferencias de cotas significativas (zonas bajas), e incluso en la mayoría de los casos se llega a reflejar ese efecto en la expresión vegetativa de la planta durante toda la temporada, siendo identificables estas zonas a través de herramientas de teledetección.
¿Cuándo comenzar a regar?
Antes de decidir cuándo comenzar a regar se debe monitorear el suelo, ya sea mediante uso de calicatas y/o sensores, con el objetivo de identificar el nivel de humedad y la distribución de ésta en los distintos horizontes de la profundidad efectiva de raíces. El inicio del primer flush de crecimiento de raíces se manifiesta en suelos con temperaturas cercanas o superiores a los 15 °C, lo cual se puede ver afectado por riegos anticipados, donde, por las propiedades físicas del agua y la limitada demanda hídrica de la planta resultan en una disminución de la temperatura del suelo.
Otra de las consideraciones que se deben tener en el cerezo al momento de decidir el comienzo de la temporada de riego es la combinación variedad/portainjerto, la edad del huerto y uso de cubiertas.
Depende de la variedad el momento en el cual se comienzan a desplegar las primeras hojas y del portainjerto que tanto se podría adelantar/retrasar o eventualmente el criterio de riego que se debiera usar. Por otro lado, no es lo mismo comenzar la temporada en un huerto en producción que en uno en formación, ya que, en definitiva, el área foliar y la capacidad de transpirar de la planta es muy diferente. Y finalmente, bajo cubiertas se ve adelantada la fenología; la transpiración de la planta y la evaporación del suelo son diferentes.
El portainjerto juega un rol clave en esta decisión, ya que determina la distribución de las raíces como el requerimiento hídrico. Por ejemplo, los portainjertos Colt, Gisela 6 y MaxMa 14, donde: Colt presenta raíces profundas con amplia exploración sin problemas de crecimiento en suelos con niveles moderados de humedad; Gisela 6 tiende a generar raíces distribuidas principalmente en los primeros horizontes, tolerando humedades moderadas y MaxMa 14 a pesar de que su distribución de raíces en general tiende a encontrarse en la “medianía”, este no tolera de buena manera los suelos con mayor contenido de humedad.
Por lo tanto, para determinar cuándo comenzar a regar la respuesta se reduce a que se debe realizar un seguimiento continuo del nivel de humedad de suelo, y tener claro el criterio de riego a utilizar, ya que el conjunto de los otros factores mencionados se verá reflejado directamente hacia lo que observamos bajo el suelo.
¿Cuánto regar?
En términos sencillos, ello depende directamente de cómo se distribuyen las raíces en el suelo “bulbo húmedo” y cuánto tiempo de riego nos toma lograr llegar a capacidad de campo con una distribución lo más homogénea posible sobre ese bulbo húmedo.
El tiempo de riego depende del bulbo húmedo objetivo, el cual tiene dimensiones y propiedades físicas que nos permiten estimar el volumen de agua, es decir, la “capacidad de estanque”. Este volumen se debe interpretar en unidad de medida de “mm”, con el objetivo de realizar el match con la precipitación efectiva del equipo de riego (mm/h).
De esta manera podemos determinar de manera aproximada el tiempo de riego (h), el cual posteriormente se debe evaluar mediante calicatas y se puede describir numérica y gráficamente con el uso de sensores (figura 1).

Para esto debemos tener conocimiento de la precipitación del equipo (dato entregado por el fabricante), que, de igual manera es muy importante actualizar constantemente con la precipitación real de los equipos, en base a la precipitación de emisores (aforos) y su respectiva uniformidad (coeficiente de uniformidad).
¿Con qué frecuencia regar?
Para responder la última pregunta es importante conocer la demanda atmosférica (ETo), la demanda del cultivo (Kc), capacidad de estanque del suelo (mm), criterio de riego (%) y la eficiencia y uniformidad del sistema de riego.
De esta manera se logra el «desde» de la estrategia realizando un balance hídrico en base a la evapotranspiración de referencia (ETo).
Demanda bruta del cultivo:

Donde,
Eto: Evaporación de referencia (mm/día)
Kc: Coeficiente del cultivo.
Ef. Emisor: Normalmente se utiliza eficiencia de 90% para gotero y 75% para microaspersión (%/100).
CU: Coeficiente de uniformidad. (%/100)
Es importante destacar que el Kc es una referencia, y se deben construir los coeficientes para cada caso particular.
Una vez ya en régimen de riego en la temporada es importante determinar correctamente la demanda hídrica para el fine-tuning de cada estrategia, ajustando adecuadamente la frecuencia en función a la demanda atmosférica, condición de suelo y momentos clave de la fenología de la planta en función a objetivos productivos.
En régimen de riego el uso de calicatas es indispensable para una programación exitosa y eficiente. Esto no quiere decir que se le quite mérito a las nuevas tecnologías, al contrario, las tecnologías permiten terminar con la subjetividad del tacto que generalmente queda en la experiencia de pocos y es extremadamente complejo de traspasar de persona en persona.
Los tipos de sensores de humedad de suelo más utilizados actualmente son el FDR (Frequency Domain Reflectometry) y TDR (Time Domain Reflectometry), los cuales permiten estimar el contenido volumétrico de agua en el suelo mediante el cálculo de la constante dieléctrica y diferentes modelos de calibración generalmente incluidos por el fabricante.
Estos sensores existen en formato portátil, como también se encuentran en las típicas sondas fijas en diferentes profundidades proyectando un campo electromagnético que se corresponde con un volumen de suelo, esto permite estimar directamente la proporción de volumen de agua sobre volumen de suelo, es decir, contenido volumétrico (%).
Si bien los sensores nos permiten evaluar el tiempo de riego, su principal aplicación durante la temporada es evaluar frecuencias. Esto permite ajustar los coeficientes de cultivo definidos preliminarmente en un balance hídrico (Kc) y re-calcular coeficientes ajustados por el sensor (Ks) durante la temporada.
Con ello se puede construir historial y tomar decisiones objetivas basadas en números.