En la reciente temporada el agua sin duda fue protagonista y también antagonista. Las inundaciones sufridas entre las regiones de Valparaíso y la Araucanía afectaron de manera importante la infraestructura hídrica de la zona, provocando daños en al menos el 68% de los productores, lo que se reflejó en perdida de superficie y retrasos en el inicio de la temporada de riego. El fenómeno del niño del año 2023, potenció el alza en las precipitaciones y algunos hablan hoy del fin estadístico de la megasequía, ya que hay sectores donde se alcanzaron máximos históricos en lluvia y se observaron caudales en ríos inéditos desde hace décadas.
En el norte la situación fue diferente. En la región de Coquimbo, la baja en las precipitaciones y las altas temperaturas mantienen actualmente un escenario donde cuencas como la del río Elqui y Limarí, tienen un almacenamiento en sus embalses de 7.7% y 2.8%, respectivamente. Mantenido así la crisis hídrica.
El fenómeno del niño se espera que termine en los próximos meses, dando lugar a “La Niña”, la cual usualmente dura un año, pero puede llegar hasta tres, como sucedió entre los años 2020 y 2022. El impacto de este nuevo fenómeno va a depender de la estación del año que comience, por ejemplo, si comienza en invierno se puede esperar una disminución de más del 50% en las precipitaciones de la zona central.
Para adaptarnos y mitigar los impactos del clima cambiante es importante diversificar las fuentes de abastecimiento hídrico. Una fuente que tiene mayor resiliencia a estos cambios estacionales son las aguas subterráneas. Los acuíferos son enormes embalses que se encuentran bajo la superficie y varían sus propiedades para transmitir y almacenar el recurso, según el lugar donde estamos observando, es decir, el contexto hidrogeológico del sector donde se encuentre un campo.
Es así que algunas zonas agrícolas como Paine y Teno han sufrido una baja en el rendimiento de sus pozos, ya que el nivel actual de las aguas supera los 100 metros de profundidad, y otras zonas mantienen caudales altos y estables como San Vicente de Tagua Tagua y Río Claro, al existir sedimentos con propiedades hidráulicas favorables en profundidad.
Sin duda las aguas subterráneas generan un gran aporte para alcanzar la seguridad hídrica de un proyecto y una opción para mantener el crecimiento de la agricultura es identificar en que zonas de Chile existen acuíferos de alto potencial y además tienen un clima propicio para el desarrollo de cultivos como el cerezo.
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