El clima es, por definición, un sistema dinámico y variable. Sin embargo, este 2025 nos encontramos ante un escenario de mayor impredecibilidad climática, donde convergen tres factores clave: un déficit hídrico persistente, temperaturas mínimas por debajo de lo normal en la zona centro-sur, y una fase ENSO-neutral.
ENSO, que significa El Niño–Southern Oscillation, es el sistema climático que regula las temperaturas del océano Pacífico ecuatorial y, con ello, influencia fenómenos como lluvias, heladas y sequías en todo el planeta. Hoy nos encontramos en una condición neutral, es decir, sin presencia activa de La Niña ni El Niño. Esto genera una alta variabilidad regional y reduce la capacidad de anticipación a mediano plazo.
En nuestra experiencia con productores de cerezas en todo el país, vemos que este tipo de contexto exige una estrategia agronómica anticipada, basada en datos y con foco en la eficiencia. En particular, cuando hablamos de control de heladas por aspersión u otras soluciones basadas en agua, la disponibilidad del recurso impone un estándar muy alto: los sistemas deben operar con máxima eficiencia técnica, optimizando caudales, tiempos de activación y cobertura efectiva.
Ya no es sostenible aplicar agua sin un diseño preciso. Hoy más que nunca, se requiere trabajar con equipos bien calibrados, presiones ajustadas y protocolos definidos, para que cada intervención climática cumpla su función sin generar un consumo excesivo de agua.
Complementariamente, el monitoreo agroclimático permanente, mediante sensores, modelos de predicción y plataformas de alerta, permite anticiparse a eventos críticos y actuar con base en información confiable, no en supuestos.
En resumen, enfrentar un año seco y frío implica precisión, eficiencia y planificación técnica. Desde Tierraverde, acompañamos a los productores con soluciones adaptadas, que protegen su producción y cuidan los recursos que hoy son más valiosos que nunca.