Por: Héctor García O., Co-Fundador y Gerente Gral. Laboratorios Diagnofruit Ltda, Miembro SOCHIFIT y AMICH. hgarcia@diagnofruit.cl
Dra. Cecilia Ramos B., Académica Titular Universidad de Las Américas (UDLA), Co-Fundadora Laboratorios Diagnofruit Ltda, Miembro SOCHIFIT y AMICH. cramosb@udla.cl
Al menos cuatro temporadas precedentes con primaveras secas y calurosas han marcado la producción de cerezas el último tiempo, esto ha llevado, en términos generales, a buenos resultados en condición en pre y postcosecha; sin embargo, existe un fitopatógeno llamado Botrytis que nunca debemos subestimar ya que puede manifestarse y responder frente a pequeños cambios ambientales, causando problemas desde el huerto hasta la venta final.
Botrytis, el superpatógeno
Probablemente, Botrytis cinerea es el patógeno de mayor relevancia en la fruticultura nacional, gran parte de los costos del programa de manejo fitosanitario en uva de mesa, arándanos, frutillas y cerezas tiene por objetivo el control de este hongo. La versatilidad que posee en términos de colonización de hospederos es una de las características que nos lleva a catalogar a Botrytis como un SUPERPATÓGENO, siendo la polifagia el primer súper-poder para destacar.
Si bien en Chile, como en otros países, también la reproducción sexual de este hongo no se ha podido observar, con la asexual basta y sobra para alcanzar una tasa de colonización altísima debido a la gran capacidad de producir conidias (esporas).
La capacidad de adaptación o “fitness” del patógeno es otra característica que consideramos como un súper-poder. Si bien posee un rango óptimo de temperatura para su crecimiento, que va entre 15 a 25ºC (poblaciones chilenas entre 18 y 20ºC), también puede desarrollarse a temperaturas tan bajas como 0ºC, lo que permite ataques en cerezas en almacenaje refrigerado. Obviamente, fruta mal enfriada, contenedores mal estibados o con fallas son caldo de cultivo para este hongo, siempre cumpliendo la regla de, a mayor temperatura mayor desarrollo de pudriciones.
Un arma oculta que posee es su batería enzimática (pectinasas esencialmente), que le permite penetrar en epidermis sanas, instalando la infección en los frutos. El uso indiscriminado de reguladores de crecimiento, frutos desbalanceados (alto nitrógeno y bajo calcio), machucones, entre otros factores, predisponen a que la interacción patógeno-fruto sea más eficaz y de esta forma el hongo colonice con mayor facilidad, incluso a temperaturas de almacenaje refrigerado, como ya se comentó.
Tal como se puede advertir en la lista de riesgo de patógeno de Fungicide Resistance Action Committee, más conocido como FRAC, Botrytis cinerea tiene asignada la nota más alta de riesgo según su naturaleza patogénica, correspondiente a nivel 3, compartiendo espacio con otros conocidos de importancia como Penicillium o Venturia (Tabla 1); lo que combinado con el tipo de fungicida a utilizar según su riesgo inherente, puede en ciertos casos, generar el mayor riesgo combinado de resistencia, catalogado con nota 9 (Tabla 1). Esto quiere decir que, este superpatógeno además de los atributos ya descritos, posee una alta facilidad para generar cambios en su genoma, convirtiéndolo en un hongo capaz de generar resistencia a los fungicidas que habitualmente utilizamos para su control.
Esta capacidad inherente que posee Botrytis de “cambiar” mediante la generación de mutaciones específicas en su genoma que generan que la proteína blanco del fungicida modifique su estructura y, por lo tanto, no haya actividad del fungicida o bien exista una sobre producción de ciertas proteínas de la membrana del hongo que son capaces de expulsar al fungicida de la célula limitando su acción, son estrategias que ocupa de forma muy “inteligente” el hongo para soportar y adaptarse a un ambiente hostil. Pero si el ambiente está demasiado hostil, temperaturas generalmente demasiado bajas, escasez de alimentos, u otro factor limitante, este hongo tiene la capacidad de resistir, ¿y qué hace? forma los llamados “esclerocios”, que son estructuras de resistencia que se forman por compactación del micelio, donde el hongo baja su actividad metabólica en lo que sería un periodo de “hibernación”, aguardando mejores condiciones para volver a activarse y continuar su ciclo de vida.
Como buen supervillano, también tiene su propio su propio multiverso, siendo Botrytis cinerea la versión que más conocemos, pero existen especies crípticas (que solo podemos distinguir a través de análisis genéticos) que conviven, con cierta frecuencia, en la misma “dimensión”. Si bien no tenemos antecedentes en cerezas, sí se han detectado especies como B. pseudocinerea en uva de mesa y B. prunorum en kiwis y carozos conviviendo con B. cinerea, pero ojo, siempre esta última es la dominante y a la cual debemos dirigir el control, al menos en lo inmediato, quizás el cambio climático en el futuro pueda modificar esta realidad.
La enfermedad
Botrytis presenta dos versiones de enfermedad en cerezos, en orden fenológico sería:
i)Tizón de flor: se da con mayor frecuencia bajo primaveras templadas y húmedas, las conidias colonizan estambres y pistilos y desde ahí comienza un proceso infeccioso que termina con la pudrición de la flor completa. Las últimas temporadas en Chile no han proporcionado condiciones medio ambientales para la expresión de esta enfermedad.
ii)Pudrición gris en frutos (pre y postcosecha): una vez que la fruta aumenta la madurez, por tanto genera más materia seca, más sólidos solubles y menor acidez, se hace más susceptible a infecciones por Botrytis; de esta forma conidias que caen sobre la epidermis del fruto son capaces de degradar los tejidos y comenzar a alimentarse de los carbohidratos que abundan en esa etapa en la pulpa, permitiendo una profusa generación de conidias y micelio gris a temperatura ambiente y blanco si este proceso ocurre durante el almacenaje refrigerado. Lluvias en precosecha generan las condiciones ideales para el desarrollo de este hongo, siendo cada partidura un punto de entrada fácil para Botrytis y otros hongos secundarios, para prevenir siempre es mejor aplicar previo al evento climático, adelantándose al menos 24 hrs a la lluvia. Si bien las últimas temporadas han sido de poco inóculo de Botrytis en campo (Gráfico 1), debemos siempre estar atentos ante cambios a esta realidad, monitoreando continuamente y actuando de forma preventiva.
Control
Lo ya descrito nos otorga luces de los momentos críticos donde debemos realizar aplicaciones para el control del patógeno:
i)Floración, a modo general, dos aplicaciones son recomendadas para evitar el temido tizón, inicio de flor y luego plena flor son los momentos que previenen de mejor forma el desarrollo de la enfermedad. Fungicidas de síntesis, extractos vegetales y/o biocontroladores pueden ser utilizados, alternando entre ellos. En situaciones complejas, huertos con historial, primavera húmeda, dos aplicaciones de botriticidas (carboxamidas, hidroxianilidas o fenilpirrol) deben ser programadas como base y productos de origen biológico deben ser considerados como apoyo.
ii)Precosecha: la etapa crítica comienza unos días después de color pajizo hasta la cosecha. Dependiendo de la variedad, temprana o tardía, la ventana de aplicaciones es distinta, considerando esto, un programa base considera al menos un par de aplicaciones hasta cuatro en aquellas de desarrollo más extendido. Nuevamente la base se debe construir con botriticidas específicos y aplicaciones sucesivas de extractos o biocontroladores. Si bien las poblaciones de Botrytis en cerezos, en general, no presentan resistencia a fungicidas, es importante como medida general anti-resistencia tratar de no repetir fungicidas de los mismos grupos químicos más de 2 veces en la temporada.
iii)Postcosecha: momento cúlmine para el control. Debido a la posibilidad de inmersión de la fruta, las aplicaciones en esta etapa son muy eficaces. Fludioxonil es el fungicida estándar para el control de este patógeno en postcosecha y se debe monitorear de forma constante la cantidad de residuo en la fruta. Como el proceso de calibrado se realiza en agua, es fácil que el inóculo de Botrytis y otros hongos permanezca contaminando el sistema, entonces para prevenir contagios se debe utilizar algún método de sanitización, dentro de los más eficientes se cuenta el cloro.
Entonces, hoy aprendimos un poco más acerca de Botrytis, este superpatógeno que ya sabemos porque no debemos subestimar, incluso cuando las condiciones ambientales pareciesen no ser las más óptimas para este hongo, y en ese sentido, debemos ser precavidos y proactivos no dejando espacios a que se nos cuele por alguna fisura del sistema; a lo menos, debemos asegurar el cumplimiento de acciones mínimas como observar las primaveras y las condiciones ambientales que puedan ser predisponentes para el desarrollo del hongo e idealmente contar con datos de cantidad de inóculo presente en campo; realizar adecuados y oportunos manejos culturales que abran paso a un exitoso programa de control que deberá considerar, a lo menos, la realización del programa fungicida base tanto en floración como en precosecha y no dejar el trabajo rudo sólo en manos de extractos o biocontroladores, aunque sea una temporada aparentemente “benigna”; y finalmente, no olvidar el uso de medidas anti-resistencia y el monitoreo que nos entrega historial de campo necesario para evitar seleccionar la población de Botrytis, y mantener el equilibrio para no generar resistencia a fungicidas en nuestros huertos.