Por: Carlos Tapia, Ingeniero Agrónomo, Ms.C. – Director Técnico Avium -Bruno Tapia, Ingeniero Agrónomo – Coordinador Técnico Avium
Cuando finaliza la cosecha y a simple vista pudiera parecer que existe un relajo en los huertos, es cuando realmente se da inicio a la temporada de cerezas. Y es que durante la postcosecha se producen importantes procesos tales como la inducción y diferenciación floral, acumulación de reservas carbonadas y nitrogenadas, recuperación del sistema de raíces, entre otros.
Resultan de suma importancia los manejos que se realicen durante esta etapa estival extensa, pues serán cruciales para un buen inicio de la temporada siguiente. En este contexto, analizaremos la relevancia de detectar el estrés abiótico, es decir los impactos negativos de los factores no vivos (sequía, humedad, temperatura) en las plantas de cerezos, sus posibles consecuencias sobre éstas y cómo enfrentarlo.
Las altas temperaturas, sobre 30 grados Celcius, son una de las principales causantes del denominado estrés hídrico térmico en postcosecha, que se relaciona con un cierre estomático prematuro de las hojas en árboles frutales; contribuyen también una oferta deficiente de riego y un estado vegetativo de las plantas que no sea el adecuado.
El estrés hídrico térmico se puede determinar a través de la medición de diferentes parámetros, entre ellos: toma de temperatura del envés de hoja, medición de reservas carbonadas y nitrogenadas en raíces y centros frutales (al finalizar la temporada) y mediciones de conductancia estomática de las hojas.
Si al realizar la medición de temperatura, por ejemplo, el resultado es de 30ºC o más, estamos hablando de estrés hídrico de la planta. A su vez, es posible detectar dicha condición a través del porómetro que mide la transpiración de las hojas. A menor nivel de transpiración, mayor estrés hídrico.
Que un huerto esté sometido a estrés hídrico térmico puede acarrear graves consecuencias para la siguiente temporada; una de ellas es la malformación de los frutos, pues tal como adelantamos, finalizada la cosecha se producen procesos fisiológicos muy importantes como son los periodos de inducción (IF) y diferenciación floral (DF) (Fig. 1), además, todos los mecanismos de reservas de azúcares en los diferentes órganos de la planta.
La inducción floral (IF) en la etapa (Fig.2, S1), comienza al término de la primavera a mediados de diciembre en el hemisferio sur y sigue avanzando hasta el inicio de la diferenciación floral (DF) en la etapa (Fig.2, S2, S3, S4) durante el verano, hasta incluso los primeros días del mes de marzo, pasando por una evolución de estructuras morfológicas y reproductivas, principalmente reconocidas al ojo humano en los dardos. (Fig. 2).
Si pensamos en la construcción del potencial productivo de un huerto, debemos considerar que éste es producto de la interacción de factores hormonales, nutricionales y ambientales. La hormona de mayor importancia en este proceso es el Ácido Absícico (ABA), por el rol que cumple regulando procesos relacionados al estrés abiótico, protegiendo a la planta, controlando la apertura o cierre de los estomas frente a eventos de alta radiación UV, altas temperaturas y déficit hídrico.
Esto permite que se mantenga activo el proceso de intercambio gaseoso e hídrico de la planta en relación directa con la atmósfera, entendido como flujo hídrico desde el suelo vía xilema hasta la atmósfera, mediante las hojas, sin impedimento ni resistencia de los estomas para expulsar agua (transpiración). De esta manera la planta consigue captar CO2 como base principal de la fertilización carbonada y generación de azúcares de reserva mediante el proceso fotosintético (Fig. 3).
Si la planta no tiene la capacidad hacer intercambio gaseoso continuo a la atmósfera debido al cierre estomático anticipado en sus hojas, ya sea por altas temperaturas, menor desarrollo vegetativo y/o con un riego deficitario, ésta no puede captar CO2 para la generación de azúcares, lo que repercute directamente en la malformación de primordios de flores en los centros frutales, generando pérdida de fertilidad y una consiguiente malformación en frutos; esto considerando que el periodo de inducción floral (IF) comienza aproximadamente 70 días después de plena flor (DDPF) y el de diferenciación floral (DF) se inicia aproximadamente 100 DDPF, siendo ambos procesos muy dependientes de una estabilidad hídrica, lumínica y térmica en la planta, en momentos de mayor demanda atmosférica.
Rol fundamental en la función de mantener un sistema en constante equilibrio es la recuperación del sistema de raíces en poscosecha. Dicho proceso se extiende entre, aproximadamente, 90 y 120 DDPF (Fig. 1), comenzando a fines del mes de diciembre en la zona central de Chile.
Todos estos procesos, tanto la recuperación del sistema de raíces, como la estabilidad del flujo hídrico y la prevención de estrés, están directamente ligados a una correcta administración y programación del riego en esta etapa del desarrollo del cultivo. Es fundamental monitorear mediante inspección de calicatas, estaciones meteorológicas, sondas, etc., sin dejar de lado la apreciación visual en cuanto al aspecto de las plantas y, a su vez, monitorear el correcto funcionamiento del sistema de riego, así como también los tiempos y frecuencia, con el fin de lograr el objetivo de mantener en equilibrio el sistema suelo-agua-planta.
En cuanto a nutrición y cuando se trata de huertos en plena producción y sobre todo con un alto potencial productivo, es necesario incorporar agentes que potencien la recuperación de la raíz; éstas serán las encargadas de acumular gran parte de las reservas carbonada (almidón) y nitrogenadas que serán el soporte del inicio de la siguiente temporada. Recordemos que en primavera se reconoce el desarrollo inicial de raíces, no antes de 25-30 DDPF (Fig. 1), generalmente coincidiendo con temperaturas de suelo superiores a los 15ºC (aproximadamente a mediados de octubre en la zona central de Chile).
A dichos agentes que contribuyen en este proceso se les reconocen como enraizantes; son fitohormonas que contienen reguladores de crecimientos, principalmente auxinas (AIB, AIA, ANA, etc.), y que proporcionan una señal directa a la planta para potenciar aún más la creación de nuevas raíces y el desarrollo sostenida de éstas; su aplicación se debe realizar en el segundo “flush” de crecimiento (80-90 DDPF).
El uso de este tipo de agentes potenciadores, siempre que el huerto lo requiera, otorga significativas diferencias en cuanto al aumento de masa radical expresada en gramos de raíces por m³ de suelo; la utilización de este tipo de compuestos potencia el desarrollo de las raíces y genera nuevos puntos de crecimiento. El desarrollo de sistema radicular, medido en peso, representa la presencia de una mayor cantidad de acumulación de reservas carbonadas (almidón) y nitrogenadas en las plantas.
Bloqueadores solares
Existen diferentes estrategias para mejorar o disminuir el estrés hídrico térmico, varias de ellas ya mencionadas anteriormente; sin embargo, el uso de bloqueadores solares es también una óptima herramienta para contribuir al control de este complejo escenario, pues genera reflectancia de la luz, que ayuda a disminuir la temperatura de los árboles y el impacto de esta condición desfavorable sobre los mismos.
Su aplicación debe ser realizada inmediatamente después de cosecha, y repetirse 25 a 30 días después para evitar que las altas temperaturas de enero y febrero afecten el correcto desarrollo de los huertos. El uso de este tipo de productos evita el cierre prematuro de los estomas, permitiendo un correcto intercambio gaseoso entre las plantas frutales y la atmósfera; si este proceso es de forma continua, todo lo que la planta toma como agua desde el suelo lo transporta vía conductos xilemáticos o haces vasculares hacia la atmósfera mediante la liberación de agua a través de dichos estomas.
Cuando las plantas están expuestas a condiciones óptimas de temperatura y riego, se produce el equilibrio perfecto de liberación de agua a la atmósfera, la captación de CO2 y la transformación en azúcares, mediante los ciclos fisiológicos. Por el contrario, si el estrés térmico hídrico se gatilla, no existe un paso continuo de agua del suelo hacia la atmósfera, por lo tanto, la captación de agua por la planta se limita y el cierre estomático es inminente. Esta última condición genera la imposibilidad de liberación de aguas hacia la atmósfera, con lo que no hay una correcta captación de CO2.
Recientes investigaciones realizadas por el equipo I+D de Avium, respecto del uso de bloqueadores solares en cerezos, han demostrado que existen diferencias marcadas e importantes sobre la acumulación de almidón como principal reserva carbonada en dardos. Si bien las mediciones se han realizado en centros frutales y raíces, la gran diferencia de acumulación o mayor acumulación de almidón con bloqueadores solares vs el testigo, se ve en los dardos. Dicha mayor acumulación de almidón en los dardos trae consigo varios factores positivos que tienen relación a una posible mayor resistencia a bajas temperaturas en primavera, debido a que los dardos están mucho mejor formados en términos de acumulación de azúcares. A su vez, los procesos de floración, como cuaja inicial y desarrollo del fruto, se ven beneficiados desde el punto de vista de la calidad y la condición de la fruta.
En el siguiente figura (Fig.4) es posible apreciar cómo la curva de la temperatura de las hojas sin protector solar sigue la misma forma que la curva de la temperatura ambiental, sin embargo, la curva de una hoja tratada con bloqueador solar, muestra temperaturas marcadamente más bajas, especialmente después del mediodía.
Paralelamente otras investigaciones realizadas en Chile, sobre el correcto uso de bloqueadores solares, han podido comprobar su utilidad para enfrentar los riesgos de un estrés hídrico frente a las altas temperaturas del verano. Su uso por sí solo constituye una buena herramienta, sin embargo se recomienda reforzarlo con agentes que ayuden a la planta a enfrentar el estrés térmico, como son los extractos de algas, por ejemplo. Su uso conjunto ha sido investigado durante años, llegando a concluir que la aplicación de caolinitas a concentraciones de uso del 3%, reducen la temperatura de las hojas en comparación a un testigo sin tratamiento, mejorando la resistencia al estrés, como también indirectamente la disminución de malformaciones de primordios florales cuando la temperatura ambiental aumenta por sobre los 30°C.
Controlar el estrés abiótico en los huertos de cerezos, utilizando los diferentes mecanismos existentes, es una labor que no puede esperar; cualquier anomalía que se presente desde el punto de vista del estrés durante este período, impactará directamente en la acumulación de reservas y en la formación y el desarrollo de los primordios florales en los centros frutales que participaran en la producción de la siguiente temporada ¡Hay mucho en juego!
Referencias.
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