Por: Raúl Osorio, Director Peulla Asesorías y Servicios.
Los primeros registros escritos sobre control de plagas se encuentran en el Libro Egipcio de los Muertos y en el Antiguo Testamento, haciendo referencia al uso de compuestos azufrados por parte de los Sumerios, para el control de insectos y ácaros. Los Chinos, por su parte, usaban insecticidas botánicos y compuesto a base de mercurio y arsénico unos 1200 años antes de Cristo. (Tecnología de aplicación de agroquímicos, primera edición 2010 Magdalena, J Carlos et al).
El aporte desde el equipamiento para la aplicación de productos líquidos lo hizo C. V. Riley al inventar la boquilla de turbulencia en el año 1888. La segunda guerra mundial y la aparición de nuevos agroquímicos llevaron a que se produjera un auge en la protección de cultivos. Esta revolución fue acompañada por una nueva generación de equipos pulverizadores que hicieron la tarea de control de plagas mas ágil y económica. En fruticultura, las aplicaciones se realizaban a manguera, con altos volúmenes hasta alcanzar el “punto de goteo”.
A fines de los 50 en la fruticultura hubo un avance tecnológico trascendente con la aplicación de aire como elemento transportador. Los estanques evolucionaron de madera a los de plásticos y cerámicas resistentes a la abrasión. En la actualidad tenemos el uso de electrónica y las telecomunicaciones y de software que aportan elementos significativos para mejorar la eficacia y eficiencia de la aplicación de agroquímicos (Tecnología de aplicación de agroquímicos, primera edición 2010 Magdalena, J Carlos et al).
El control efectivo de las plagas dependerá siempre de 3 factores que están estrechamente relacionados:
1)Momento oportuno de aplicación: desde el punto de vista de susceptibilidad de la plaga.
2)Producto adecuado para el control y
3)Tecnología de aplicación.
La responsabilidad, expresada en proporción de cada uno de los factores mencionados se describe en la figura adjunta:
La primera invitación tiene 3 ítems:
1) Elegir un buen producto agroquímico (ingrediente activo y formulación efectiva), con respaldo suficiente, un costo razonable para su objetivo, idealmente de bajo impacto medio ambiental y considerar siempre su rango de dosis.
2) Usar oportunamente los productos agroquímicos dependiendo de los estados de desarrollo de nuestro cultivo, de los estados de susceptibilidad de las plagas y enfermedades y dependiendo de estos emplear las dosis correctas en su rango.
3) Por último, usar equipos de aplicación que estén siempre en buen estado de mantención, limpios y óptimamente calibrados para desarrollar aplicaciones en un amplio rango de volúmenes de agua o “tasa de aplicación”.
Si consideramos que el costo de los programas foliares (nutrición y sanidad) suman entre US$ 3000 a 4000 / ha, que el costo asociado de cada aplicación es de US$ 25 /ha (M.O. – Maquinaria), y tenemos entre 20 a 25 aplicaciones por temporada; este costo es de US$ 600 / ha, adicionales.
En total estamos utilizando entre US$ 3.600 a 4.600 / ha / temporada; es sin duda una gran inversión anual y debemos utilizarla muy eficaz y eficientemente.
Uno de los aspectos claves en el combate de las plagas y enfermedades es obtener siempre el mayor depósito de las materias activas contenidas en las formulaciones, siempre evitando pérdidas, deriva o escurrimiento de ellas el suelo o estructuras donde no tendrán efecto alguno.
Las propuestas que hemos desarrollado en artículos anteriores (https://smartcherry.cl/planificacion-tareas/calibracion-y-mantencion-de-equipos-de-aplicacion/consideraciones-para-las-aplicaciones-de-precosecha-de-cerezos/) las podemos resumir en la siguiente recomendación:
1) Caída de hoja y receso invernal: entre 500 y 750 L / ha
2)Floración a inicio de cuaja: 750 a 1000 L / ha
3)Cuaja a Precosecha: 1000 a 1200 L / ha
4)Excepciones: problemas de plagas de madera (por ejemplo: Escama de san José), 1500 a 2000 L / ha.
Junto con el volumen de agua necesaria para transportar las aplicaciones, necesitamos un caudal de aire que traslade las gotas hasta las distintas estructuras del cultivo. Se debe definir la velocidad de avance para poder entregar la cantidad de aire necesario que reemplace el aire del interior del árbol por el nuevo cargado con el o los agroquímicos (Tecnología de aplicación de agroquímicos, primera edición 2010 Capítulo 10 Homer, Ian et al).
Este volumen de aire necesario en cada etapa de cultivo puede variar desde los 15.000 a los 22.500 m3 de aire / ha, si consideramos un huerto “promedio” de 3 metros de alto, con un ancho de copa de 3 metros y una distancia de plantación de 4 metros entre hileras. Siguiendo con el mismo ejemplo y teniendo disponible un equipo atomizador que nos entregue una velocidad media del aire de 18 metros / seg (65 km/hora) a la salida de los “canales de aire”, tendríamos disponibles 40.000 m3 de aire / hora.
Si necesitamos “desplazar” el aire del cultivo para cargarlo con los productos agroquímicos, en el ejemplo podemos conducir a velocidades de entre 4,5 a 6,5 km/hora. Usaremos un tiempo de aplicación / ha que variará entre los 23 y 34 minutos / ha. Si tenemos una “población de plantas” / ha de 833, podremos asistir a cada planta entre 1,7 y 2,4 seg / árbol (cuadro 1).
El rango de velocidades de avance dependerá de la disponibilidad de equipos tractor – atomizador, distancias entre hileras, objetivo de la aplicación, principalmente además de las cualidades de nuestro terreno. Siempre teniendo en cuenta el uso mínimo de producto con el máximo impacto de control sobre las plagas y enfermedades y con el mínimo impacto sobre el medio ambiente a los operadores y los consumidores.
En resumen, nuestra invitación para cada actor en nuestro sistema productivo es lograr la Eficacia Optima del uso de cada herramienta utilizada (agroquímicos), obteniendo la máxima rentabilidad de cada uno de ellos siendo Eficientes en su utilización: Productos, Mano de Obra calificada, Maquinaria, Agua, Energía y Tiempo.
Para poder desarrollar los planes de manejo de aplicaciones eficaces y eficientes debemos tener equipos previamente diagnosticados en todos sus componentes, reparados y reemplazados sus elementos críticos, realizar mantención anual y periódica, limpieza permanente y tener personal altamente capacitado para desarrollar las aplicaciones que se traducirán en el éxito de nuestro cultivo a la cosecha con el menor impacto al ambiente y las personas.